Wednesday, July 08, 2009

EN MEMORIA DE MARIO BENEDETTI


(1920-2009)

CADA VEZ QUE TE ENAMORES

NO EXPLIQUES A NADIE NADA

DEJA QUE EL AMOR INVADA

SIN ENTRAR EN PORMENORES.


AUSENCIA DE DIOS






Digamos que te alejas definitivamentehacia


el pozo de olvido que prefieres,


pero la mejor parte de tu espacio,


en realidad la única constante de tu espacio,


quedará para siempre en mí, doliente,


persuadida, frustrada, silenciosa,


quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,


tu corazón de una promesa única


en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.





Después de ese dolor redondo y eficaz,


pacientemente agrio, de invencible ternura,


ya no importa que use tu insoportable ausencia


ni que me atreva a preguntar si cabes


como siempre en una palabra.





Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche


desgarradoramente idéntica a las otras


que repetí buscándote, rodeándote.


Hay solamente un eco irremediable


de mi voz como niño, esa que no sabía.





Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza


no tener oración para morder,


no tener fe para clavar las uñas,


no tener nada más que la noche,


saber que dios se muere, se resbala,


saber que dios retrocede con los brazos cerrados,


con los labios cerrados, con la niebla,


como un campanario atrozmente en ruinas


que desandara siglos de ceniza.





Es tarde. Sin embargo yo daría


todos los juramentos y las lluvias,


las paredes con insultos y mimos,


las ventanas de invierno, el mar a veces,


por no tener tu corazón en mí,


tu corazón inevitable y doloroso


en mí que estoy enteramente solo


sobreviviéndote.

La Noche de los Feos


1. Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.
Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.
Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos - de la mano o del brazo - tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.
Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.
Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.
Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.
La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.
La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.
Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.
"¿que está pasando)", le pregunté.
Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.
"Un lugar común", dijo. "Tal para cual".
Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba transpasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.
"Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?" "Sí", dijo, todavía mirándome. "Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida." "Sí."
Por primera vez no pudo sostener mi mirada.
"Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo."
"¿Algo como qué?"
"Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad."
Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.
"Prométame no tomarme como un chiflado."
"Prometo." "La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?"
"No." "¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?"
Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.
"Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca."
Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.
"Vamos", dijo.
2. No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.
Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.
En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.
Tube que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos (al principio un poco tembloroso, luego progresivamente sereno) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.
Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.
Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble. (1966)

Monday, April 27, 2009

La gavia

La gavia.

ROBERTO HURTADO

La Gavia, lleva este nombre un volcancito, un cerro y un ranchito, Localizados al Oriente de la ciudad de Cortázar, en el estado de Guana-juato, frente al cerro de Culiacán. El ranchito esta enclavado en una cañada protegido por otros cerros, es de las poblaciones más altas del bajío, desde la cima se alcanza a ver Celaya, Salamanca y León, se domina todo el bajío. Allí existió una hacienda y se construyeron cuatro torreones de los cuales solo quedan dos. La gente se dedica a la agricultu­ra de temporal y a la ganadería en pequeño, sus casas son de piedra, una que otra de tabique y tejas, sus calles están empedradas algunas, otras son veredas que unen corrales. Las mañanas son frías, las noches, cuando no sopla el viento, son agradables.
A la gente le gusta contar historias de brujas y aparecidos. Precisa­mente mi Tío Chelo me contó que cuando venía de una jugada, vio junto al arroyo a una mujer muy bonita, con un vestido blanco escotado y el pelo suelto, lavaba en la noche que era de luna llena, ya tenía varias sábanas y ropa tendida entre la huizachera cuando la vio y ella levanto la vista, espoleó al caballo y le chifló para que caracoleara, este obedeció pero mas que caracolear estaba encabritado, y mi tío no notó la diferencia. Cuando estuvo cerca de la mujer le echó un piropo, le dijo: ¿Qué hace tan sola mi alma, y tan lejos del rancho? Vengase, yo la acerco, mire nomás con tan lindo cuerpo no la vayan a asaltar y se la roben. No avanzó unos metros el caballo cuando mi tío vio que la mujer rápidamente, de una brazada recogió la ropa y se le desapareció, pero sintió que en la grupa alguien había subido y le rodeaba con sus brazos la cintura, olio al principio un perfume que después se confundió con otro olor desagradable, penetrante, también escucha un rechinido como cuando choca el cuero viejo con otro cuero. Sin soltar la rienda, con la otra mano quiso acariciar el muslo de la mujer pero al levantarle la falda miro una pierna flaca y con escamas, además no traía zapatos y terminaba en pezuña, dice que le dio un escalofrió y solo dijo: ¡Ave María Purísima, líbrame de este demonio!... y cayó al suelo. En la mañana lo encontraron inconsciente y el caballo al lado, dedujeron que iba borracho y se había caído; lo levantaron y lo llevaron a casa de Tía Mace, la que lo cuido. Al despertar, grito tan fuerte que asustó a los que lo rodeaban, dicen que dijo: "Madre MÍA, no me dejes en manos de esta diabla, líbra­me señora, virgen bendita" y abriendo los ojos exclamó: ¿Pos qué paso? ¿No estoy en el infierno? y la Tía Mace, le arrojo en la cara agua de una olla y le dijo: Si como no, aun no estas pero no falta mucho para que lo estés con esa vida que llevas, si es que no te arrepientes, ¿Pero donde has andado? Tenemos días sin verte, condenado.

Pida usted un deseo


Pida usted un deseo


Una vez quise ser hombre
para casarme con mi hermana
que ya llega tres divorcios,
para amar a mis amigas
que en cada relación mueren
un poco.

Quise sr un hombre
para fecundar sus vientres
no de hijos sino de poesía
vino tinto
relojes parados
unicornios azules

para decirle a Josefina
cuanto admiro
su forma de entregarse,
para escribir a Rosi
esas cartas que nunca le llegan,
llamar por teléfono a Pilar
que espera tantas tardes,
llenar de carisias prolongadas
el espacio de Beatriz
que vive sola y le tiene
miedo a los temblores.
Quise ser hombre
para amarlas a todas
y no sentir mas
el frio de sus lagrimas
en mi playera
ni mirarlas apagarse
ni presenciar sus funerales
en sus ataúdes de treinta años.

Quise ser hombre
Para invitarlas
a volar el periférico,
a bailar descalzas
porque el América
le gano al Guadalajara,
para llevarlas del brazo
hasta la cama
donde no tengan que fingir
orgasmos.

Pero soy mujer
y aunque puedo
compartir con ellas la poesía
escribirles cartas,
llamarlas por teléfono,
llenarlas de a carisias prolongadas
volar en periférico,
bailar descalzas,
secar su llanto,
tocar su alma.

¡No es suficiente!
¡No les alcanza!

Por que desde niñas aprendieron
que los hombres son
un premio al que hay que amar
sin importar,
si ellos las aman.

Rosamaría Roffiel

HISTORIA DE LOS INSOLENTES


Dormimos a la intemperie y bajo el escarnio
de estirpes más afortunadas
En la arena que nos rodea enterramos astros
y excremento que será flor
Inequívoca señal que estuvimos aquí
desangrándonos en .insomnios
para que mañana alguien pueda recoger
un vómito de nuestra historia
Ciertas noches nos despertamos al agudo
graznido de crueles pájaros
Afilados garfios de pasajeras estrellas
nos sacuden entre los sueños
Desde umbrales voraces aleteos acechan
cualquier gesto de regocijo
Seductoras voces nos invitan a lanzarnos
de la azotea donde aguardamos
alguna luz que pueda salvar del exterminio
a esta voz de aves maniatadas


SUBE A Mí BARCA

Muchacha de piel de espuma
y orquídeas en la cadera
Eres tú música pura
de oleajes o de retamas
Ah tus ojos noche adentro tienen tantos caracoles Cabellera como almendro
pies de danza de aire manos
Marimba mujer del sur
de salobre aroma y fuego
Tu voz azul o amarilla
verde canción de amor Muchacha sube a mi barca sube el trópico que soy
marino de tierras altas cangrejo sin un pleamar
Sube tu flor a mis ganas
súbela ya por favor
muchacha de buganvilias vereda de luz y sal


Miguel Ángel Méndez

Sunday, April 12, 2009

LA ANGUSTIA EN LA CONCIENCIA DEL POETA


LA ANGUSTIA EN LA CONCIENCIA DEL POETA

La tierra no es de dios ni de los hombres.

La tierra fue hecha para que en ella se orinaran los perros.

Si quise decir luna,

Dije perros muriéndose de hambre.

Si quise decir árboles,

Predije la lucha de los hombres.


Ramón Martínez Ocaranza

DANZA DE AMOR EN TRES ACTOS


DANZA DE AMOR EN TRES ACTOS

PRIMER ACTO
(Atada a una silla, bata blanca, pared blanca, pelo suelto, lagrimas en los ojos, cansada, sin maquillaje, escena erótica frente a un espejo, botella de vino vacía)

-Llévame a tu huerto

a beber el jugo de tus granadas.

-Somos dos amantes en contrarios perfumes de locura.

-Quiero embriagarme con la esencia de tus aromas.

Toda de negro hasta los pies desnuda.

La Musa del amor es una psicóloga que se mira detrás de los espejos.



SEGUNDO ACTO
(Pared blanca, poco mas tranquila, pelea con el espejo, botella de vino a la mitad, ebria, ropa blanca)

-Bruja infame:

Usted fornica dioses a su imagen y luego dice que no fue la esfera

Sino la condición de su psiquiatría.

- ¡Contéstame Beatriz, no seas tan perra!

Todos nos embriagamos de cicuta por culpa de una puta.



TERCER ACTO
(Pared blanca, botella de vino llena, tranquilidad, lugar etéreo, voz romántica, flores)

-¿En donde está el amor?

-Se fue a la isla más triste de la tierra.

-No recuerdo ni porqué, ni cuando,

se me perdieron los amores míos.

No sabía que el amor

Es una forma de la muerte.

Cuando vagamos por la vida,

En barca de papel siempre dormida,

despertamos un día, ya sin amores.

¡Toda belleza es trágica!

Sostén tu soledad como un legado

Exclusivo de los dioses.

Medallón Heroico

Medallón Heroico
de Alfonso Aranda y Contreras

Un medallón hagamos para el poeta peripatético
de severos modales, andar muy tenue, rostro hierático
que en el rimar abstruso de su doliente verso enigmático
describe un Microcosmos moderno Hamlet, loco antitético.
Su camarín ofrece tonalidades de estilo ascético;en él nuestro gran héroe cincela triste su verbo ático,y mientras liba absintio de "La Palmira", se queda extáticohasta que se doblega bajo un eximio soñar poético.
;
Al despertar requiere su antiguo cáliz,
que no es raquítico y lo besa con ansia, con entusiasmo, con mimo erótico
una, dos y tres veces por si el colapso fuera muy crítico.

Tal es Alfonso Aranda, galán arcaico, doncel caótico;
saluda "buena tarde" con un solemne decir político
y en todo se revela como patriarca de un mundo exótico.


De “Primeros Juegos Florales en Morelia”
Compilación de Juan García Chávez


Aranda y Contreras, Alfonso. Nació en Yuriria, Gto. El año de 1868. Sus estudios preparatorios fueron realizados en el Seminario y en el Colegio de San Nicolás, de Morelia; se inscribió en la carrera de jurisprudencia, pero no llegó a titularse. Formó parte de la generación modernista de Michoacán. Escribió poemas, cuentos y notas de críti­ca literaria en El Bohemio, Crisantema y el las Páginas Literarias de La Libertad. Publicó en 1899 su poema Testamento Negro en un fo­lleto de pocos ejemplares. Cayetano Andrade nos dice que aún vivía, en Eagle Pass, Estados Unidos, en 1940. Romero Flores pone 1950 como fecha de su muerte. (R. A. C.)
(1878-1950). Nació en Yuriria, Gto. Estudió en el seminario de Morelia y en el Colegio de San Nicolás. Poeta. Colaboró en El Bohemio y en Crisantema. Alumno en la Escuela de Jurisprudencia (1901). Auxiliar del Lie. David Franco en la redacción del Periódico Oficial y de La Libertad. Vivió en Estados Unidos (1911-1949). Mu­rió en Morelia.

Ramón Martínez Ocaranza


Este 15 de abril se cumplió 94 años del nacimiento del poeta Nicoláita Ramón Martínez Ocaranza.



Destacado poeta contemporáneo, gran luchador social y amigo de personajes de las letras mexicanas como José Revueltas, Enrique González Rojo, Efraín Huerta, y Pablo Neruda, quienes reconocieron su extraordinario talento, Martínez Ocaranza ha sido víctima del olvido, a pesar de su importante trabajo poético y sus aportaciones en el terreno de la investigación histórica de la literatura mexicana debido a que por la década de los 60 era necesario vivir en el Distrito Federal y ser apadrinado por alguna de los grupos culturales que se movían en la capital de país, de otro modo sólo eran considerados escritores de provincia. No obstante que a lo largo de su trayectoria publicó cerca de 20 libros, su trabajo poético es prácticamente desconocido, ya que, opina la escritora Leticia Esquivel, no se le ha dado la importancia que merece, aun cuando en su momento gente muy prestigiada hizo comentarios importantes de su obra.


Al igual que su personalidad la poesía de Martínez Ocaranza es intensa, poco convencional, singular, de grandes virtudes líricas y fuerza dramática, testimonio de una vida entregada al arte de revelar los misterios de la vida, teniendo como instrumentos la verdad y la belleza.
Con el objetivo de paliar la lectura eclipsada de su universo poético, el Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura de la Secretaría de Cultura, publicará la obra reunida del poeta de Jiquilpan en dos tomos que ofrecerán una visión más completa de su poética y que constituirán una de las cartas fuertes a presentarse en la próxima versión de la Feria del Libro del Palacio de Minería.


Juan García Chávez, encargado del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura, refirió que en coordinación con la Fundación Cultural Ramón Martínez Ocaranza trabajan en la edición de la obra reunida que inicialmente se proyectó en un solo tomo, pero que en el devenir del proceso editorial se resolvió dividir la publicación en dos tomos que arrojan luz sobre dos grandes etapas poéticas del autor.


Este libro se pretende presentar el primer tomo en las fechas próximas al 8 de mayo en que se celebra también el natalicio de Miguel Hidalgo.


Sobre la naturaleza del primer tomo de Poesía Reunida de Ramón Martínez Ocaranza puntualizó Juan García Chávez: “reúne los libros publicados desde 1941, año en que publica su primer texto, Al pan, pan y al vino, vino, hasta 1968 con la publicación de Otoño encarcelado”. Al contemplarse este periodo creativo, entonces se incluirían en el primer volumen los siguientes libros: Al pan, pan y al vino, vino, Ávido Amor, Preludio de la muerte enemiga, Muros de Soledad, De la vid Encantada, Río de llanto, Alegoría de México, El libro de los días y Otoño encarcelado.


Los libros poéticos de Ramón Martínez constituirán la parte central del primer volumen de Poesía Reunida, edición que contempla otros dos apartados de contenido sobre los cuales abundó García Chávez: “un primer apartado incluirá textos críticos en torno a la obra de Ramón Martínez Ocaranza, en el cual hay nueve textos de escritores como Ernesto Hernández Doblas, Ofelia Cervantes Villalón, Juan Retano, Ricardo Cortés Tamayo, Efraín Huerta, Manuel Ponce, Enrique González Rojo y además incluyen algunos de los prólogos que el propio poeta escribió a sus libros que se están antologando. El tercer apartado del primer volumen incluye una serie de fotografías de Ramón Martínez Ocaranza de la época previa al 68”.


En septiembre de este año, refirió Juan García, se publicará el segundo volumen de la Poesía Reunida de Ramón Martínez Ocaranza a propósito del aniversario luctuoso del poeta (21 de septiembre de 1982). Este segundo tomo integrará los libros de poesía publicados a partir de 1968 y hasta su muerte. En este periodo y todavía en vida publicó, según referencias del Diccionario de Autores Michoacanos: Elegía de los triángulos, Elegías en la Muerte de Pablo Neruda y Patología del Ser. Después de su muerte salieron a la luz: La Edad del tiempo y Vocación de Job. Además se integrarán poemas que el autor publicó en distintas revistas y publicaciones periódicas.


El titular del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura confía en que con esta edición se salda una deuda con el poeta, aunque enfatizó que aún existen muchos textos inéditos de este autor: “comentaba el otro día la maestra Rosario Herrera que Ocaranza tenía una caja en la que echaba muchos textos que a lo mejor él no veía muy pulidos. Que le contaba a Ofelia que esos textos eran basura para él y que no fueran a caer en manos estériles, en manos de alguien que los fuera a potenciar o que se los agencie. El año que entra seguramente estaremos trabajando lo inédito, principalmente en poesía”.


Con esta edición, las condiciones están dadas para propiciar una mayor proyección del poeta incluso a nivel nacional, en razón de ello Juan García comentó que la Fundación Ramón Martínez Ocaranza tiene propuestas para presentar el libro en el Distrito Federal y probablemente en el Palacio Nacional de Bellas Artes, en tanto, la instancia de la Secum buscará presentar la obra en los estados de la región centro-occidente y colocar la publicación entre los bardos que participarán este año en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, esperando que algunos de ellos escriban sobre Ocaranza en sus países de origen.
Fuente: Diario La Jornada Michoacán

Sunday, January 04, 2009

La Luna



LA LUNA



Jaime Sabines





La luna se puede tomar a cucharadas

o como una cápsula cada dos horas.

Es buena como hipnótico y sedante

y también alivia

a los que se han intoxicado de filosofía.

Un pedazo de luna en el bolsillo

es mejor amuleto que la pata de conejo:

sirve para encontrar a quien se ama,

para ser rico sin que lo sepa nadie

y para alejar a los médicos y las clínicas.

Se puede dar de postre a los niños

cuando no se han dormido,

y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos

ayudan a bien morir.




Pon una hoja tierna de la luna

debajo de tu almohada

y mirarás lo que quieras ver.

Lleva siempre un frasquito del aire de la luna

para cuando te ahogues,

y dale la llave de la luna a los presos y

a los desencantados.

Para los condenados a muerte

y para los condenados a vida

no hay mejor estimulante que la luna

en dosis precisas y controladas.